jueves, 18 de diciembre de 2008

LA MUÑECA NEGRA: Fragmento


Un sueño muy extraño la había despertado encontrándose empapada en sudor. Dudaba si las imágenes que había visto eran reales o no. Se encontraba en una habitación casi oscura de pie en el centro de la misma, tenía las brazos elevadas hacia los costados sintiendo una energía extraña en la punta de los dedos como si un calambre recorriera su cuerpo hasta sus extremidades. Se vió envuelta en un torbellino de viento en movimientos giratorios, mientras veía pasar una aglomeración confusa de sucesos, de gentes y de cosas en movimiento. Fue entonces que abrió los ojos cuando oyó un ruido que la sobresaltó. Se levantó de la cama asustada y confusa .

Pasó sigilosamente por los pasillos extensos de la casa con sus ventanales cubiertos por largas cortinas que proyectaban sombras oscuras y verticales como espadas envainadas sobre las baldosas blancas y negras. La luz de la luna se filtraba por las rendijas de las ventanas y el viento afuera bramaba con violencia como si reclamase algo.

Descalza se deslizó por los escalones de madera pulida de las escaleras y llegó hasta la cocina. Los trastos de bronce parecían macabros personajes de hojalata que tomaban vida en la oscuridad y en el horno de barro en forma de semicírculo reposaban pedazos de carbón incandescente que todavía ardían débilmente aportando una lumbre rojiza y mortecina que daban al ambiente un aspecto lúgubre. Corrió cerca del fogón junto a su sombra escurridiza, podía ver el contorno de su figura en la pared como un ladrón furtivo que asecha por los rincones.

Un grito horrísono la hizo volver en si, proveniente del patio trasero. Camila creyó reconocer la voz de su nana Manuela.


Cerca de la habitación de la nana, escuchó un estruendo interminable que parecía ser objetos que caían todo el tiempo. Tocó a la puerta y salió una mujer mulata corpulenta y rolliza que vestía un camisón a lunares que se asemejaba a una carpa; tenía aún el rostro comprimido del susto y los ojos redondos como dos bolillones brillantes, el blanco de los ojos contrastaban con su piel oscura. Respiraba agitadamente como un caballo desbocado y el sudor corría por su cara tan repleta de surcos que las gotas no sabían que dirección tomar.


La nana estaba sorprendida por la aparición repentina de Camila en medio de la oscuridad. El cielo estaba despejado, la luna cargada, redonda y luminiscente proporcionaba la única luz que las acompañaba iluminando a lo lejos los sauces llorones que dejaban caer sus tiras de hojas como lluvias y se inclinaban levemente hacia el lago espejado como si tuviesen curiosidad por su reflejo.

_ ¿Qué hace niña levantada a estas horas de la noche? No termino de darme un susto y ahora aparece redepente la amita! y ya estoy dudando si es usted o no, porque de fantasmas que me rondan ya no sé si están vivos o muertos!

_ Me levanté de un salto de la cama porque, si no me equivoco, la escuché gritar nanita! ¿Era usted no?


La nana nerviosa luchaba entre el deseo de contarle lo sucedido desenfrenadamente o callarlo por prudencia. En ese momento la puerta de su cuarto crujió abriéndose lentamente dejando entrever el interior de la habitación donde flameaba solitaria una vela que despedía una triste lumbre amarillenta. Cuando pudo ver mejor aparecieron toda clase de objetos desparramados por el suelo desordenadamente como si alguien los hubiese arrojado con violencia. Una lámpara despedazada, cajones sueltos con sus contenidos revueltos, vestidos, una enagua, un vaso de agua roto, y el santito de su devoción que antes reposaba en su pedestal se encontraba en el piso partido en dos con pequeñas astillitas a su alrededor; las velas estaban todas apagadas excepto la única que iluminaba el precario cuartecillo.

_ Acaso algún extraño ha entrado en esta casa nanita? Sentí el ruido de cosas que se caían como si alguien las arrojara!. Se encuentra bien usted verdad?
_

_ Ay amita, todavía no termino de entender que es lo que está pasando en esta casa! Es que si le cuento, usted va creer que me he vuelto loca! Dios me libre!
_

_ ¡Hablá nana por el amor de Dios! ¿Que es lo que está pasando acá? Ya me estoy asustando de verdad
_

_Mire... las cosas empezaron a... ¿cómo le explico? ¡A volar por los aires! Es que
cuando la luna está brava parece que las ánimas que murieron sin perdón de Dios salen pa´espantar a los vivos como nosotros
_

_No me mienta nana. ¡No pudieron volar solas! Mire que si usted no me dice la
verdad...
_

_ Bueno, bueno... Yo estaba durmiendo tranquilita en mi cama, ¿qué otra cosa no? y... andaba ya en el séptimo sueño ¿vio? Cuando el suelo ¡empezó a temblar! Todas las cosas se movían, yo pensé que era un temblor y ya iba a salir corriendo pa` avisarle a los patrones. Cuando me levanté del catre para ver que pasaba no podía ver nada. Me trompecé con la lámpara incándome los pies y ¡ninguna velita de mi santo estaba prendida! Solamente unita que estaba casi apagada. Y cuando iluminé el cuarto vi que, que...
_

_ Por favor cuénteme rápido que pasó
_

La nana empezó a largar las palabras sin interrupción sucediéndose unas a otras y Camila hacía un esfuerzo por seguir el hilo de lo que decía.


_ El vaso que tenía yo en la mesita empezó a correrse como si lo movieran, de un lao pa´l otro. Despué el cuadro de Sagrado Corazón de Jesús se cayó de la pared ¡y empezó a volar! Lueguito nomás los cajones de la cómoda se abrieron y cayeron al piso y la masetita con florecitas de las nomeolvides se venía hasta a mi como queriéndome dar en la cabeza ... ¡el santito se me cayó del altar!
_

La negra hacía movimientos torpes con las manos mientras contaba lo ocurrido, tan exaltada y agitada que tomaba aire de vez en cua
ndo para seguir hablando, sus palabras se entrecortaban, sus fosas nasales se abrian y cerraban como las de un toro enfurecido.

_ ¿Está segura de lo que está diciendo?, capaz que usted es medio sonámbula y debe de haber estado soñando y no sabía lo que hací. ¿No será que tomó una de esas yerbitas que usted prepara a la noche antes de ir a dormir? Capaz que esos yuyos la hacer ver cosas que no son... ¿O será que los fuma como hacen los indios de por acá?

_ No, ¡se lo juro por Dios amita! le juro que no estoy loca, v
ieja si, pero loca...

_ Esto me parece medio raro, yo no le creo nada. No va a asu
tarme con sus
historias otra vez, ya no soy una niña.


Camila estaba inquieta y las rodillas le temblaban, no sabía si era el frío de la noche, o el miedo que no quería admitir que la envolvía. Entonces sintió otra vez ese dolor punzante de cabeza que había sentido momentos antes, cuando estaba en la cocina; apretó sus dedos contra las sienes y cerró los ojos.


_ ¿Qué es lo que le pasa mi niña? yo no quise asustarla, ¡tiene usted la cara pálida como las ánimas del otro mundo mi Dios! ¿Porqué no se acuesta ya y la deja a esta negra loca con sus cosas? Ya es tarde y no puede andar rondando por la casa como un fantasma.

_ No me hable de fantasmas ni de ánimas, ¿no ve que estoy muerta de miedo? Ahora cómo cree usted que voy a poder conciliar el sueño después de todas estas cosas que acaba de contarme eh?


Camila miró otra vez al interior del cuarto de su nodriza y notó un solo objeto que no estaba fuera de su lugar, era una muñeca de piel negra que reposaba sobre una repisa y que ella había regalado una vez a aquella matrona regordeta y cariñosa que la había amamantado cuando era una niña, que la había rodeado de afecto, de ternura, que jugaba con ella y le relataba historias fantásticas, mitos y leyendas repleta de supersticiones que solían traer a estos pagos los criados, aquellos silenciosos sirvientes que rodeaban la casa, aquellos criollos, mestizos, mulatos, indios...fusionados en crisoles de razas. Habían llevado consigo historias y rituales de aquellas tierras tan lejanas...

Cuando Camila señaló la muñeca con su pequeño dedo para hacerle notar a su nana que era el único objeto en la habitación que no había sufrido daño alguno, la muñeca salió despedida como un rayo, levemente iluminada por la tenue luz amarilla, golpeando el regazo abombado de la negra y deslizándose por su camisón cayendo finalmente al suelo. En ese momento las dos se miraron asombradas y emitieron un grito desgarrador al unísono; al callar, el repiqueteo creciente de tambores se oía a lo lejos, proveniente quién sabe de qué remoto lugar...

martes, 16 de diciembre de 2008

DE MUSICA


El jueves pasado volví a cantar luego de un largo letargo de mis cuerdas vocales.
Fue una cena elegante asistida por unos 300 espectadores corredores de rally- es decir 300 hombres, algunos acompañados por sus mujeres- que festejaban y hacían entregas de premios.

Por suerte eran hombres, público ganado por ese simple hecho de la naturaleza. Una cantante con mucho escenario me enseñó una vez que es necesario ganarse la admiración y simpatía del público femenino, porque es la mujer quien hará las críticas comentándole a su hombre lo bien o mal que se desempeña la cantante. Si la vocalista se dirige a un hombre, probablemente su pareja no disfrute precisamente del espectáculo. A un hombre por el solo hecho de tener en frente una mujer expuesta frente a un público con la añadidura de ser cantante, le basta. Seguí su consejo y obtuve muy buenos resultados. Me regalaron plausos eufóricos, miradas atentas y sonrisas alentadoras.

También es cierto que los públicos son impredecibles. Podemos tener una audiencia muy numerosa y sin embargo irradiante de malas ondas, o bien percibir buena energía desde el mismo momento en que se pone un pie en el lugar.
Una vez escuché a un gran cantante joven que animaba una fiesta de avicultores. El pobre se deshizo y sudó la camiseta toda la noche paseando a su público a lo largo y ancho de su inmenso repertorio sin siquiera arrancar una leve reacción traducida en una sonrisa o una mirada atenta. Me pasó un par de veces.

En fin, logré perder el miedo y comencé de nuevo a cantar. El año que viene me lo tomaré en serio y estudiaré con una buena profesora de canto. También quiero hacer teatro y baile para aprender a moverme y a expresar mejor. Un cantante puede nacer con buena voz, pero no provocar nada, o al contrario, no poseer la mejor de las voces pero llegar al corazón, transmitir. Es fundamental la formación. Como todo en la vida, se necesita dedicación y voluntad.

El día 27 de este mes canto en el casamiento de mi mejor amiga con una banda de juglares y trovadores. Confieso estar un tanto ansiosa y nerviosa por la responsabilidad que conlleva. Pero para mi será un placer que mi música sea un homenaje a nuestra amistad y a la elección de vida de mi amiga.

En Febrero cantamos en Tafí del Valle, Tucumán, con la Stars Big Band, de Jazz. No veo las horas de volver a cantar, decidirme a mi arte de una buena vez y quedarme en la música para siempre.

martes, 9 de diciembre de 2008

LA NECESARIA SOLEDAD DEL YO


Para bucear hacia centro de uno mismo, es necesario caminar solo, a veces.
Cuando no podemos darnos a nosotros mismos, nos es imposible dar a los demás.
Cuando no somos exigentes con nuestro yo, no entenderemos las exigencias del otro.
Cuando no nos amamos a nosotros mismos, no podemos amar a alguien más...

Cuando nuestro yo está condicionado por nuestro autoboicot represor y masoquista,
estará siempre preso de nuestras propias excusas, de nuestra propia cobardía.
Cuando siempre damos poder a otros yo ajenos, por encima de nuestro propio yo,
hemos dejado de darnos crédito, de confiar en nosotros mismos, de valorarnos, de respetarnos.

Así, el otro se convierte en un espejo, que nos muestra quienes somos, por momentos.
No es el otro el que nos condiciona, el culpable o autor de todo lo que nos pasa.
No es el otro el que nos hace sufrir, nos hace llorar, nos hace amar, nos hace felices.
somos nosotros los que sufrimos, los que lloramos, los que amamos, los que somos felices...
Nuestro yo es nuestro centro de convergencia de todo lo que sentimos y nos pasa.

Cuando tenemos tantos tesoros en nuestro ser, enterrados sin repartir ni multiplicar,
cuando no sabemos el punto medio entre darlo todo hasta vaciarse y no dar nada,
entre no amarnos a nosotros mismos y amarnos demasiado,
Entonces será mejor volver al núcleo de nosotros mismos y encontrar de cara a la soledad;
para sumergirnos al centro de nuestro ser, conectarnos, crecer y proyectarnos al fin a los demás.




Nuestro yo es como un árbol, que germina desde una semilla hasta crecer, desplegará un día sus raíces, su ramas, su follaje, sus flores, y se elevará en su esplendor. Será podado en sus ramas, sentirá el dolor del que emergerán nuevos brotes.
Pero su misión más trascendental será la de producir periódicamente sus frutos.


Dios me dijo hoy:


Escucha ahora, hijo mío:
enjuga tu alma por última vez
y colma tu vacío con mi Amor.
Será la savia que haga renacer
en el árbol sus frutos
y en tu interior la fe.
Reserva con esmero
los tesoros de tu arduo crecer
y aguarda bajo el Sol
al corazón que los sueña coger.

miércoles, 3 de diciembre de 2008



Creo que para ser escritor hay que ser un tanto mundano, vivir vida, recorrer lugares, conocer gente, mucha gente y observar, observar mucho. Yo no diría que soy precisamente muy mundana; estoy saliendo aún del tupper, de las paredes de mi casa y de las horas de meditación solitaria y un tanto retraída. Quizá sólo soy mundana en un estado mental.

Soy sociable, muy sociable y berborrágica, pero quizá debería aprender a oír mucho más y a hablar lo necesario.

Conozco mucha gente pero no tanta. Sí, puedo decir que soy bastante observadora y detallista, que hay cosas que para el resto de la gente podrían pasar inadvertidas, pero no para mi.

Veo las caras y las expresiones, percibo los sentimientos, me pongo en la piel del que habla, y me pierdo por instantes en las cosas cotidianas observando alguna cosa o alguna persona.

Eso explica mi personalidad tan distraída. Por momentos mis oídos escuchan solo un "bla, bla, bla"-cuando no me interesa en lo más mínimo lo que escucho- mientras observo las expresiones del locutor, algo que pasa detrás de escena-como un perro que hace piruetas, un niño que dice algo gracioso o alguna persona extraña que llama mi atención, para citar ejemplos- o definitivamente estoy pensando en algo relacionado a lo que me dicen adelantándome a los dichos o a los hechos. Luego me siento terriblemente mal cuando mi emisor cae en la cuenta de que no escuché nada. En realidad solo me pasa cuando me están diciendo algo demasiado superfluo o repetitivo, porque para lo importante soy una esponja.

Tuve oportunidad de viajar, conocí Alemania, Holanda, Brasil, y algunas provincias de Argentina...pero siempre a cargo de alguien que organizaba y dirigía, que llevaba la batuta, que guiaba, que decidía. Nunca fui viajera a mi cargo, debo averiguar si sobreviviría y no me perdería en algún punto de algún mapa- confieso que debo perder el pánico-.

Ahora mismo acabo de despedir a mi hermano que viaja a Buenos Aires con su club de Rugby. Ni siquiera conozco bien Bs. As... Confieso que envidio su mundaneidad tan propia de su forma de ser; el viaja aunque no tenga dos centavos, con una mano detrás y otra delante mientras las cosas se le acomodan de alguna forma. Lo que nunca, jamás le falta, es la iniciativa.

Necesito vivir mucho más vida. A veces me reprochan lo que digo cuando expreso mi anhelo de "vivir mucha más vida". Escucho a menudo un:
-No seas desagradecida, no te falta nada, viajaste, conociste y viviste tanto...
O un: -No te entiendo, no sé que más vida querés vivir, ¿acaso no estás viviendo ahora?, ¿acaso no sos feliz?

No me falta nada, y soy feliz. Si me quejara, sería solo de llena. Pero quiero vivir muchas cosas más mientras mis amigas se casan y crían bebés...ellas ya estaban listas, yo creo que aún no. También deseo lo mismo muchas veces, pero tengo en claro que todo lo que sea enriquecimiento puramente personal, es preferible vivirlo ahora. Es mucho más difícil con maridos e hijos a cargo. Ese "egoísmo" sano del que hablo, se diluiría para postergar todo en pos de una familia, sobre todo en la experiencia femenina.

Necesito viajar, necesito conocer, necesito desarrollar mis aptitudes y mis pasiones, aún necesito saber cuál es mi camino y mi función verdadera en este mundo.

Viajar abre la cabeza, expande los sentidos, y nos sitúa en el macrocosmos, para entender el pequeño pedazo de mundo que somos, para comparar, para disfrutar del intercambio cultural, para descubrir que somos tan diferentes y a la vez en determinados puntos volvemos al principio que nos une: los lenguajes universales...

Voy a cargar mi mochila al hombro aquel día en que me llene de valor. Emprenderé el primer viaje a mi cargo, aunque sólo viaje a una provincia vecina, aunque yo misma invente las mil excusas para no hacerlo, aunque me pierda en algún recoveco del mapa que lleve en mis manos.

Si se busca el paradero de alguna chica de unos recientes 27 años- para gran sorpresa de oyentes, lectores, televidentes o canales de noticias- perdida en algún lugar insólito, sospechen que soy yo.